Cuando la Naturaleza Inspira y Cada Paso se Siente en el Alma

A la medianoche del 30 de noviembre, un grupo de 10 excursionistas provenientes de Costa Rica se reunió en Volcán, listos para una experiencia que iba más allá del esfuerzo físico. Guiados por Jorge López Morrison de BaruExpedition.com, iniciaron un ascenso nocturno al Volcán Barú, el punto más alto de Panamá. Todos entre los 30 y 40 años, con experiencia reciente en el Chirripó, sabían que esta aventura sería exigente, pero cada paso valdría la pena.

La noche se presentó mágica. Nubes dispersas teñían la luna de un rojo profundo, iluminando el sendero con un brillo surrealista. La brisa suave y la temperatura perfecta acompañaban el ritmo constante del grupo, mientras los sonidos del bosque —el susurro de las hojas, el canto distante de aves nocturnas— creaban una banda sonora natural única.
Un Respiro Antes de Seguir
Durante el ascenso, se realizaron tres breves pausas de 10 o 20 minutos para recargar energía y cortar la somnolencia que trae caminar en la noche. La concentración dominaba, pero la camaradería permanecía intacta. Nadie se adelantaba ni se quedaba atrás; todos caminaban juntos, en armonía, cuidándose mutuamente.
La Última Prueba y la Recompensa

En los últimos 2.5 kilómetros, la sección más exigente e inclinada del sendero, el grupo se mantuvo siempre unido. La noche empezaba a desvanecerse y la luz del amanecer pintaba el cráter con tonos suaves, mientras todos avanzaban con un ritmo constante y solidario. Eran cerca de las 6:00 a 6:30 a.m. cuando las primeras luces del día comenzaron a asomarse entre las formaciones rocosas.

Solo en los últimos 300 metros, ya con la claridad del amanecer y el camino más definido, algunos pudieron adelantar un poco para alcanzar la cima y recibir los primeros rayos del sol. Otros preferían mantener un paso más tranquilo, disfrutando el ambiente frío y silencioso que caracteriza esa parte final de la montaña. Lo importante fue que cada uno llegó a su ritmo, y el grupo se reunió por completo en la cumbre.

Encuentro con la Vida Silvestre
Durante el descenso por el lado de Boquete, el grupo se topó con un espectáculo natural inesperado: varios quetzales machos y dos hembras saltando entre los árboles.

Uno de los excursionistas comentó que solo los había visto en revistas; la reacción del grupo fue un silencio reverente, contemplando la belleza de estas aves tan raras y coloridas.
Mientras caminaban, se podían observar a las personas disfrutando del zipline cercano, lanzándose por la cuerda con entusiasmo, agregando un toque de adrenalina al paisaje tranquilo de la montaña.
Consejos y Opciones para subir el Volcán Barú
Subida nocturna o diurna: cada experiencia ofrece sensaciones distintas.
Acampar o descenso en vehículo: según la logística y preferencias del grupo.
Reserva con antelación: el sendero principal permite 68 personas al día y el lado de Boquete 139. Planear con tiempo asegura mejor preparación y seguridad.
El Volcán Barú no es solo un sendero; es un escenario donde la naturaleza y la voluntad humana se encuentran. Cada paso invita a la introspección, cada panorama inspira respeto y admiración. Caminar entre la luna roja, la brisa fresca y los cantos de aves nocturnas es una lección de humildad y maravilla. Porque subir a la cima no solo significa conquistar la montaña: es abrir un camino hacia uno mismo.
Este artículo fue posible gracias al patrocinio de Movimiento Difusión Sonora, una plataforma dedicada a la promoción de artistas nacionales e internacionales, impulsando el talento y la cultura a través de la música.
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